viernes, 18 de marzo de 2011

Bienvenidas a la fiesta de los presupuestos de la Comunidad de Madrid

La Comunidad de Madrid casi acaba de aprobar los presupuestos para 2011. Una reducción de más del 9 % y una renuncia a siquiera ensayar con los límites al déficit autonómico, impuestos por el gobierno central, de cerca del 2 %. Todo un alarde de buena gestión, de austeridad, de estabilidad presupuestaria. Pero ¿qué es lo que hay detrás de estas grandes cifras?
En primer lugar, una reducción de la inversión pública del 28 %, seguramente, dirán, necesaria en tiempos de crisis. Con una previsión de estancamiento económico para los próximos años, que sólo se puede ver superada por nuevas rondas de inversión productiva, las únicas capaces de alejar definitivamente a la Comunidad de su anterior modelo de explotación intensiva (perdón especulación brutal) del territorio, la reducción de la inversión pública es, qué duda cabe, el mejor estímulo para toda economía productiva digna de tal nombre.
De otro lado, la reducción de los ingresos fiscales alcanza un 2,3 % en términos nominales, 2,7 % en cifras reales. Claro, los pobres ciudadanos no están para pagar la crisis, especialmente ese 10 % de la población, curiosamente el más rico, que en los últimos años se ha visto beneficiado de sucesivas invitaciones a disminuir sus «abultadas» contribuciones (donaciones, sucesiones, IRPF de la Comunidad, etc.). Recuérdese: son estos sectores, quienes, gracias a su generosa capacidad de ahorro, invierten su dinero en productos socialmente tan útiles como SICAVs, Fondos de Inversión, Fondos de Pensiones, movimientos especulativos de viviendas y edificios y los conocidos paraísos fiscales. Ya se sabe, a los ricos sólo hay que decirles: «Enriqueceos aún más, de esto trata la economía, aunque sea a costa del lomo de la mayoría».
En Educación se prevé una reducción del 5 %. Se reducen los sueldos, se congelan las plantillas, se abandona la inversión en dotaciones e instalaciones. Pero mucho mejor todavía, estas rebajas se concentran exclusivamente en la educación pública. Al fin y al cabo, la educación concertada sale más barata, y nos permite a padres y madres conscientes (por fin protegidos por el «derecho a elección educativa») segregar a nuestros queridos hijitos de todos esos feuchos y pobretones, proto-delincuentes y malhadados que forman parte de las nuevas generaciones de la educación pública, en bonitos recintos educativos regentados por ordenes religiosas. Que a nadie sorprenda que en los últimos años el número de estudiantes universitarios en relación a la población de 18-25 años haya disminuido y que Madrid haya pasado de tener una de las menores ratios de abandono escolar en Educación Secundaria Obligatoria a una de los peores en la última década.
En Sanidad, los logros son también mayúsculos. A la construcción de ocho hospitales, para sólo crear poco más de cien nuevas camas hospitalarias (¡qué logro: pagar mucho más para tener casi lo mismo!), habría que añadir otros nuevos y grandiosos proyectos. Por eso la inversión real prevista para 2011 crece en un espectacular 0,26 %. Y así el gasto sanitario de la Comunidad en relación a su PIB alcanza el 3,6 %, dos puntos porcentuales menos que la media de España (esto es, un 35 % menos) y menos de la mitad de la media de los países del euro. Gracias a todo ello ya somos la comunidad con menos gasto sanitario público en relación a su renta per cápita. Pero no nos preocupemos, por fortuna el sector privado y la privatización de los servicios sanitarios (como hospitales, pruebas y laboratorios) conseguirán transferir nuevos recursos públicos a las multinacionales sanitarias y a nuestras campeonas de la construcción (como Sacyr), convertidas ahora también en expertas proveedoras de servicios médicos. Qué importa aquí que esto sea a costa de nuestra salud. ¡Ay tontones!, que gobernar no va de prestar servicios de calidad, sino de saber beneficiar a quien lo merece.
Y a todo eso la oposición ¿qué hace? Mira, observa y en la mayor parte de los casos se da la vuelta, al fin y al cabo ya viven de este mismo cuento.
Como en un pregón de fiestas, con estas previsiones nos dicen:
Madrileños, madrileñas, bienvenidos a los presupuestos de la «buena gestión», de la «no intervención», del Estado mínimo liberal que «subvenciona a los ricos» y «castiga a los vagos», a la transferencia de recursos públicos a empresas financieras y constructoras, y a la conversión del Estado de bienestar en una institución de «caridad».
Madrileños, madrileñas, bienvenidos al futuro de vuestra ciudad.

Fuente | Madrilonia

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